Cuando entramos a una biblioteca, sea pública o estudiantil, podemos percatarnos que todos los libros tienen un sello que lo reconoce como archivo perteneciente a dicha institución.
Marcar los libros es una costumbre que ha perdurado siglo tras siglo. Si bien, actualmente existen formas menos invasivas de marcarlos, miles de lectores acostumbran a personalizar cada libro que llega a su biblioteca, con el fin de hacerlos más únicos, a esto se llama Exlibris.
Esta clase de sello suele ser bastante peculiar, con el fin de distinguir que pertenece a quién lo ha marcado, siendo más comúnmente utilizados para su propósito los sellos, quemaduras y etiquetas.Antes de la invención de la imprenta, el exlibris era hecho a mano, haciendo
uso únicamente de una sencilla anotación en manuscrito. Posteriormente, estos
se elaboraban por medio de herrajes, del cual se tomaba el herraje
correspondiente al rojo vivo y se ponía sobre las hojas del libro acostado para
plasmar el símbolo de cada institución o biblioteca particular.
Un exlibris viene casi
siempre acompañado de una imagen. Algo que era muy común, es que se usaban escudos heráldicos, los cuales eran acompañados de una frase o lema. Al día de hoy se
utilizan sellos o etiquetas personalizadas, además de distintas técnicas de serigrafía,
litografía o fotograbado para su realización.
¿Cuál fue su propósito inicial?
Se utilizaban sobre todo en conventos y colegios, para tener un mayor control de sus bibliotecas. Eran bastantes utilizados en la época del Virreinato por las instituciones eclesiásticas y poco a poco fue perdiendo popularidad, sin embargo, su uso se remonta desde hace miles de años, con los escritos personales de faraones del antiguo Egipto.
Otra de sus particularidades es qué, además de identificar su procedencia, solían utilizarse para escribir mensajes, mostrar distintas posturas o creencias e incluso, para advertir de las consecuencias de aquellos que tomaran los libros sin permiso.
¿Conocías este grabado tan antiguo?
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